Durante el primer milenio después de Cristo, mucho antes de que el mundo occidental utilizara la pólvora o el ántrax, los ejércitos ya contaban con una gran variedad de ingenios químicos y biológicos para dañar al enemigo a distancia de forma contundente. Una de estas armas era el Fuego Griego, inventado por el sirio Calinicus, y que tenía la característica "infernal" de prenderse en el agua. Esto facilitaba una ventaja significativa en las batallas navales.
El Fuego Griego solía causar terror en las poblaciones y ejércitos similar al que hoy en día produce la bomba atómica. Era el arma más devastadora y temible de la antigüedad, una combinación de arma y munición devastadora basada en el petróleo.
Sólo se conocen sus efectos que son muy similares al Napalm. Dichas sustancias generaban un fuego que parecía imposible de apagar, sólo era posible combatirlo con la arena o el orín pero en medidas insignificantes.
Se dice que Calinicus, inventor de estar arma, le ofreció la fórmula de la sustancia al rey Constantino IV (668-685 DC) cuando se refugió en Constantinopla huyendo de Siria.
El Fuego Griego era lanzado a través de una especie de tubos muy parecidos a los lanzallamas colocados en la proa de los buques bizantinos, aunque también se empleaban como granadas que eran lanzadas mediante catapultas y que, cuando caían sobre los barcos enemigos, se rompían y provocaban los incendios. El fuego griego era una sustancia totalmente viscosa, lo cual aseguraba que cuando cayera sobre cualquier superficie o sobre una persona no se despegaría. Por otro lado, el uso de esta arma fue esencial para la victoria sobre las flotas árabes que bloquearon Constantinopla varias veces en el último cuarto del siglo VII, siendo empleado por primera vez en 673, aunque fue mejor conocido durante el gran sitio de 717-718; desde entonces el fuego griego fue empleado con mayor frecuencia, ya frente a musulmanes, a rusos y otros enemigos, siendo usado hasta los últimos días del Imperio.
El Fuego Griego solía causar terror en las poblaciones y ejércitos similar al que hoy en día produce la bomba atómica. Era el arma más devastadora y temible de la antigüedad, una combinación de arma y munición devastadora basada en el petróleo.
Sólo se conocen sus efectos que son muy similares al Napalm. Dichas sustancias generaban un fuego que parecía imposible de apagar, sólo era posible combatirlo con la arena o el orín pero en medidas insignificantes.
Se dice que Calinicus, inventor de estar arma, le ofreció la fórmula de la sustancia al rey Constantino IV (668-685 DC) cuando se refugió en Constantinopla huyendo de Siria.
El Fuego Griego era lanzado a través de una especie de tubos muy parecidos a los lanzallamas colocados en la proa de los buques bizantinos, aunque también se empleaban como granadas que eran lanzadas mediante catapultas y que, cuando caían sobre los barcos enemigos, se rompían y provocaban los incendios. El fuego griego era una sustancia totalmente viscosa, lo cual aseguraba que cuando cayera sobre cualquier superficie o sobre una persona no se despegaría. Por otro lado, el uso de esta arma fue esencial para la victoria sobre las flotas árabes que bloquearon Constantinopla varias veces en el último cuarto del siglo VII, siendo empleado por primera vez en 673, aunque fue mejor conocido durante el gran sitio de 717-718; desde entonces el fuego griego fue empleado con mayor frecuencia, ya frente a musulmanes, a rusos y otros enemigos, siendo usado hasta los últimos días del Imperio.
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